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jueves, 7 de febrero de 2013

Romance de Abenámar


ROMANCE DE ABENÁMAR (Anónimo)

         -¡Abenámar, Abenámar, 
         moro de la morería,
         el día que tú naciste
         grandes señales había! 

         Estaba la mar en calma,
         la luna estaba crecida; 
         moro que en tal signo nace
         no debe decir mentira.

         -No te la diré, señor,
         aunque me cueste la vida. 
         -Yo te agradezco, Abenámar,
         aquesta tu cortesía.

         ¿Qué castillos son aquellos?
         ¡Altos son y relucían!
         -El Alhambra eran, señor,
         y la otra la Mezquita;
         los otros los Alixares,
         labrados a maravilla.

         El moro que los labraba
         cien doblas ganaba al día, 
         y el día que no los labra
         otras tantas se perdía
           desque los tuvo labrados
         el rey le quitó la vida 
         porque no labre otras tales 
         al rey de la Andalucía.

         El otro es Torres Bermejas, 
         castillo de gran valía;
         el otro Generalife,
         huerta de par no tenía.
        
         Hablara allí el rey don Juan,
         bien oiréis lo que decía:
         -Si tú quisieras, Granada,
         contigo me casaría; 
         daréte en arras y dote 
         a Córdoba y a Sevilla.
        
         Casada soy, rey don Juan,
         casada soy, que no viuda;
         el moro que a mí me tiene
         muy grande bien me quería.
         Hablara allí el rey don Juan,
         estas palabras decía:
         -Échenme acá mis lombardas
         doña Sancha y doña Elvira;
         tiraremos a lo alto,
         lo bajo ello se daría.
         El combate era tan fuerte
         que grande temor ponía.

Romance de las tres cautivas



ROMANCE  DE  LAS  TRES CAUTIVAS (Anónimo)
En el campo moro,
entre las olivas,
allí cautivaron
tres niñas perdidas;
el pícaro moro
que las cautivó
a la reina mora
se las entregó.
- Toma, reina mora,
estas tres cautivas,
para que te valgan,
para que te sirvan.
- ¿Cómo se llamaban?,
¿Cómo les decían?
- La mayor Constanza,
la menor Lucía,
y la más chiquita,
la llaman María.
Constanza amasaba,
Lucía cernía,
y la más chiquita
agua les traía.
Un día en la fuente,
en la fuente fría,
con un pobre viejo,
se halló la más niña.
- ¿Dónde vas, buen viejo,
camina, camina?
- Así voy buscando
a mis tres hijitas.
- ¿Cómo se llamaban?
¿Cómo les decían?
- La mayor Constanza,
la menor Lucía,
y la más pequeña,
se llama María.
- Usted es mi padre.
- ¡Tú eres mi hija!
- Yo voy a contarlo
a mis hermanitas.
- ¿No sabes, Constanza,
no sabes, Lucía,
que he encontrado a padre
en la fuente fría?
Constanza lloraba,
lloraba Lucía,
y la más pequeña
de gozo reía.

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